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Columnistas
15/03/2018

Euroescepticismo

Euroescepticismo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En la mayoría de los países de la Unión Europea, ganan las políticas que promueven la separación, o como mínimo abogan por una reestructuración de las políticas y las instituciones europeas.

José María Castro

Los resultados de las elecciones italianas celebradas recientemente, en las que se produce casi un descalabro en el resultado de los partidos tradicionales, y el éxito de nuevos planteamientos que rechazan el europeísmo al menos tal y como ahora está concebido, dan como resultado un aumento de las políticas anti europeístas, que eufemísticamente han dado en denominarse euroescepticismo. Lo cierto es que no es tal.

Euroescepticismo es una forma de suavizar el término anti europeísmo, que es de lo que realmente se trata.  Este puede ser, más o menos moderado, como en el caso de Portugal, o radical, como lo fue en Gran Bretaña cuando se produjo el Brexit, el que defienden también los grupos de extrema derecha, que surgen en casi toda Europa.

Lo cierto es, que en la mayoría de los países de la Unión Europea, ganan enteras las políticas que promueven la separación, o como mínimo abogan por una reestructuración de las políticas y las instituciones europeas.

El mismo Macron, en Francia, tuvo que bajar su entusiasmo europeísta, ante el peligro de perder votos, ante la pujanza antieuropea del Frente Nacional de Marine Le Pen.

En posición más moderada, pero igual de firme, se encontrarían los partidarios de una Europa que se ocupe de los problemas más cercanos a la ciudadanía, de las políticas sociales, y que vigile y luche contra las grandes corporaciones, y contra los paraísos fiscales. Que se ocupe primordialmente de la protección del entorno, y se retome el diálogo y las buenas relaciones con Rusia, así como el establecimiento y puesta en marcha de un ambicioso plan de energías renovables en detrimento de las muchas facilidades y abusos que se permite a las Eléctricas.
Asimismo, pretenden eliminar un conjunto de políticas que no hacen más que beneficiar a la burocracia de la UE y los poderes empresariales, y que se pagan con una importante pérdida de libertades individuales y colectivas.

Una Europa, en definitiva, menos neoliberal y más de los nuevos tiempos, donde prime lo general, y se preocupe más por el bienestar ciudadano.

Se identifica a Alemania, como garante de todo lo que no se quiere, y a ella se le exige la asunción de una nueva forma de hacer política, donde la austeridad concluya.

Ese momento podría haber llegado, si tenemos en cuenta los sucesos de la pasada semana.

Por un lado, las elecciones italianas, cuya repetición es más que probable, y en la que los triunfadores, Liga Norte y Movimiento Cinco Estrellas, entrarían por distintas razones en esa zona de euroescépticos, aunque ninguno está en condiciones de gobernar, ni parecen fáciles los pactos.

Por otro, la aceptación de los socialdemócratas alemanes de renovar el pacto con Merkel, cosa que decidieron recientemente sus bases, y que ante la pérdida de poder electoral de la canciller, les sitúa en una posición óptima para exigir un viraje hacia el centro o hacia políticas más populares.

Hemos mencionado antes las relaciones con Rusia, que vendría cargada de ventajas en lo económico. Pero para ello, Europa debe desprenderse de esa actitud imperialista, y de su dependencia de la OTAN, que además la aleja de las nuevas corrientes progresistas, a las que también tiene descontentas.

Esto toma una vital importancia de cara a los nuevos tiempos, marcados por la apertura de hostilidades de Trump hacia la Unión Europea. Los EEUU fomentan, sin ningún disimulo, los deseos de los anti europeístas más recalcitrantes y los populismos de derechas, que van surgiendo en el mapa europeo cada vez con más fuerza. Europa no puede permitirse al tiempo, una relación hostil  con estas dos superpotencias.

Un punto especialmente importante, es la cesión de la soberanía nacional, subrogada a las decisiones de la Comunidad Europea, en todo lo que ambas entren en conflicto. Esto tiene un efecto muy negativo en la población, que piensa que muchos de sus intereses están en manos de unos personajes desconocidos, a los que ellos ni han elegido ni conocen, pues la falta de información y de conocimiento de las directivas europeas, se ven siempre como una imposición desde fuera.

No existe el concepto de “Patria Grande” como ocurrió en Sudamérica, ni algo que se le acerque. Los vecinos, son siempre los grandes desconocidos, y el concepto de solidaridad entre países, es mínimo.

Por último, pero seguro que no lo menos importante, está la cuestión de las crisis migratorias. Sin duda, esta es una de las razones por las que un país fundador como Italia, da la espalda a Europa es sus elecciones generales. Italia ha sido un país, que al igual que España y Grecia, han recibido el flujo migratorio más numeroso, y son innumerables las víctimas de ese viaje de huida. Ni que decir tiene, que una vez en territorio europeo, las corrientes del Magreb, y el África subsahariana, así como las oleadas de refugiados sirios, llegan al interior del continente, donde los pactos de número de acogida no son respetados por los países miembros, algunos de los cuales se ven desbordados y sus centros de acogida sobrepasados. Dar solución a esta desgracia humana, es obligación de Europa, y de ello depende en parte, su propia supervivencia.

29/07/2016

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