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09/03/2018

El conflicto por la 125 y el éxito del agropopulismo

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El conflicto por la Resolución 125 fue perdido por el gobierno de cristina debido a errores groseros y por “incomprensión” de ciertas transformaciones moleculares que la sociedad estaba mostrando. Estaba claro entonces que para el corporativismo patronal agrario aquel gobierno no era el suyo como si lo es hoy el del Pro.

Gabriel Rafart *

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Hace diez años el gobierno de Cristina Fernández se encaminaba a la primera de varias derrotas políticas. Fue con el prolongado conflicto por la “125”. Una de sus primeras víctimas fue la sociedad política sin duda pretensiosa pero mal fraguada de la Concertación Plural con parte del radicalismo. Le siguió la ruptura con el vice Julio Cobos, con muchos peronistas, con Clarín, etcétera. El desenlace de todo aquel embrollo fue el fracaso electoral de mediados de 2009. Es cierto que la reelección del 2011 resulto una suerte de venganza frente a aquel momento.

Hablamos de un tiempo en que nacía el agropopulismo. Además de tallar la antipolítica de un sentido común que ya había constituido una de sus piezas políticas con el Pro que hacía poco estrenaba su gobierno porteño con Mauricio Macri a la cabeza. Es ese entonces Luis Tonelli definió al movimiento agropopulista como “antiestatista, profundamente individualista, anárquico, que “sólo” pide que no le toquen sus ingresos, y que entra en sintonía fácil y obvia con el movimiento urbano de los privilegiados blandiendo sus cacerolas destituyentes y gritando el ya clásico “que se vayan todos”.”
Sin duda aquella contienda fue perdida por el gobierno debido a errores groseros y por “incomprensión” de ciertas transformaciones moleculares que la sociedad estaba mostrando. El entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández anticipó que el conflicto se prolongaría por diez años. Estaba claro entonces que para el corporativismo patronal agrario aquel gobierno no era el suyo como si lo es hoy el del Pro. 
Aquel año 2008 dio oportunidades a la idea de un partido agrario. El tema parece olvidado por sus protagonistas, sobre todo cuando ese poder corporativo es central a la alianza social y política gobernante en estos días. Es sabido que, en la Argentina, el potente mundo rural no ha podido institucionalizar un partido político permanente. Y cuando lo logró ha sido un recurso de las elites conservadores de provincias. Conservadores de Buenos Aires, demócratas progresistas de Santa Fe, entre otros, han sido parte de este conjunto. Ese mundo partidario quedó desdibujado por la emergencia del peronismo y el masivo electorado urbano obrero y popular. Más adelante, mientras tuvo vida el “partido militar”, en tiempo de dictaduras que desalojaron al peronismo y mayormente durante la más reciente los sectores fuertes del campo fueron una pieza clave para esos gobiernos. La SRA siempre a la cabeza. Un tiempo democrático de tres décadas desarmó parcialmente esa asociación, pero no el sesgo conservador ni reaccionario de gran parte del mundo agrario. Tampoco logró cerrar paso a una fórmula populista de esas que exigen al mismo tiempo protección al Estado y libertad de empresa.

Hasta el conflicto por “la 125” ninguno de esos dos mundos se había planteado dar origen a un partido político. Fue con el conflicto que surgió la idea de pensar un partido del campo. Su mayor éxito curiosamente estuvo en su fracaso. Ganó “culturalmente” una parte del mundo urbano. Por si fuera poco también triunfo en disputar“la política de las calles”  -cortes de ruta y movilizaciones- que hasta entonces parecía ser exclusivo de sectores populares que reclamaban trabajo y asistencia estatal para superar situaciones de pobreza. Es cierto que en la contienda parlamentaria de 2009 este agropopulismo intentó y logró un relativo éxito político. Se dio a pesar de fracasar en la creación de partido propio. Sus dirigentes fueron buscados por las fuerzas de oposición. De allí que hombres y escasas mujeres de la SRA, CRA y FA se transformaron en agrodiputados formando parte de las listas encabezadas por el mundo germinal de los que es hoy Cambiemos. Aun con esa presencia, ese sector fracasó en conseguir desde la arena parlamentaria políticas que cristalizaron ese “segundo Grito de Alcorta”, tal cual bautizó malamente el líder entrerriano Alfredo De Angelis al conflicto por las retenciones.
Lo cierto es que desde que perdió aquella pelea, el gobierno de Cristina Fernández aprendió algo. Al poco tiempo logro retomar la iniciativa política con una agenda social más inclusiva. Desgajó al mundo de los pequeños y medianos productores con políticas activas. Desarmó parte del núcleo más activo de la militancia aunque no a sus jefes corporativos y menos con el sentido común antipolítico que el 2015 logró cristalizar un mundo político diferente.



(*) Historiador, autor del Libro “El MPN y los otros”
29/07/2016

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