Columnistas
13/02/2018

La oposición exige organización y programa político

La oposición exige organización y programa político | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Si se quiere ser amplio en la unidad, hay que empezar por respetar las trayectorias y la firmeza con que cada uno se condujo. Lo contrario acercará esta construcción a la línea ideológica del transfuguismo y a la entrega al estilo Cambiemos, cuando lo que se busca es su desplazamiento.

Osvaldo Pellin

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Si algo se debe señalar a la luz de los acontecimientos que siguieron a la pérdida del poder del Frente para la Victoria en diciembre del 2015, fue el hecho de no haber logrado armar un partido político sólido, bien estructurado, sobre la base del propio Partido Justicialista o sobre la base de una división concreta, no difusa, de esa mismo partido.

De haberlo logrado, no se hubiese pasado por la persecución política que ocurrió con  muchos dirigentes del gobierno de Cristina, y con ella misma, que fueron llevados al estrado de los jueces de Macri quienes ante ese solo hecho quedaron teñidos de parciales y acomodados a los nuevos tiempos políticos.

Se hubiese podido además conducir las movilizaciones gigantescas que tuvieron lugar en el 2 x 1, en los tarifazos y en los actos de corrupción en que incurrieran varios funcionarios del gobierno. La misma CGT no podría haberse hecho la distraída ante tantos despidos o ante el despojo a los jubilados.

Es cierto que afianzarse en el PJ en el 2003 era aceptar el primer condicionamiento al llegar a la presidencia. Manejaba dicha entidad partidaria en ese entonces Eduardo Duhalde un caudillo de la provincia de Buenos Aires que presumiblemente, había imaginado ser el rey detrás de la escena o dicho más crudamente ser quien mandara sin mostrarse.

Se encontró con un hombre como Néstor, decidido a quemar las naves para hacer su programa, prescindiendo de consejos de prudencia o de contubernios descalificadores. Aquello de “no voy a dejar en la puerta de la Casa de Gobierno mis convicciones” fue una buena definición de sus propósitos.

Entrar entonces negociando con el PJ en una presidencia cuya legitimidad tenía aun que manifestarse en el ejercicio del mandato y que esa responsabilidad recayera en Kirchner y en nadie más, exigía despojarse de personajes de ruta que concebían  la política como una trenza en cuya trama estaba ausente el aguante y donde fatalmente siempre perdía el Estado nacional. El ejemplo que aparece de inmediato es el de los fondos buitre que fue el primer dilema en que cedió Macri.

Los Kirchner decidieron hacer aquello que desatara las manos de la política nacional: desendeudarse, potenciar el consumo, promover a los sectores menos favorecidos, industrializar, latinoamericanizarse.

El kirchnerismo creyó que una acción de gobierno respetando las aspiraciones populares que venían de la época de la proscripción de Perón, era suficiente para retener el poder político.

No fue así y al día de hoy hay que reconstruir la oposición política revirtiendo la carga de la prueba frente a quienes dicen ser del mismo palo: demostrar que lo vivido fue peronismo de la mejor cepa, que deben ser aceptados en estas fintas que apuntan a la unidad del campo popular como la expresión más genuina del peronismo histórico.

¿Qué unidad del peronismo puede concebirse sin el kirchnerismo? ¿Sin el bagaje de su propio quehacer y de su perfil ideológico?

¿O Massa es más peronista que Cristina y tiene más merecimientos que ella de figurar eventualmente, en esa fuerza?

Si se quiere ser amplio en la recepción de los integrantes hay que empezar por respetar las trayectorias y la firmeza con que cada uno se condujo en el área en que le tocó actuar.

Lo contrario acercará esta unidad a la línea ideológica de la transfuguismo  y la entrega al estilo Cambiemos, cuando lo que se busca es su desplazamiento.

Desgraciadamente en estos intentos de unidad nadie dará garantía de lealtad con la fuerza que se genere. Habrá que incluir en ese pelotón a traidores más o menos sospechados y quinta columnistas vocacionales. Son los riesgos de los frentes populares cuyo respaldo no estará en la palabra de ninguno de sus integrantes, sino en la masiva adhesión del pueblo a los dictados del programa de gobierno en que debería basarse la unidad.

La oposición está creando masa crítica al mismo tiempo que se va agotando la paciencia del pueblo. Son procesos convergentes, la indignación que llama al compromiso activo y lo que, por otro lado, se espera como una agudización terminal del gobierno neoliberal.

Ahora sí, el dilema concreto de la participación en esa fuerza de Cristina Fernández no tiene razón de convertirse en un dilema. Cristina tiene que estar y estar cómoda y tranquila en el lugar respetable que se le asigne y ella merezca. Porque puede potenciar a cualquier fuerza encolumnada en el ideario nacional y popular.

Unidad, organización y acordar un programa lleva su tiempo, por lo que empezar cuanto antes es poner en la escena pública un compromiso y una posibilidad de alternancia que muchos ciudadanos argentinos están esperando para adherir activamente.

29/07/2016

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