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Columnistas
14/01/2018

Decime si exagero

Pinta la aldea…

Pinta la aldea… | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Encarar este verano “Fuera de lugar” y desoír la recomendación de que en vacaciones hay que leer literatura pasatista es lo mejor que podés hacer. Aquí te contamos de qué nos parece que está hecha la última novela del genial Martín Kohan y, lo que es mejor, él también te lo cuenta.

Fernando Barraza

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Necesariamente permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos entendemos, tenemos que confundirnos con otros”

FRIEDRICH NIETZSCHE

En un sentido bastante contradictorio para la vida útil de este artículo, se recomienda no detenerse demasiado en lo que la crítica pueda decir sobre “Fuera de lugar” la -hasta ahora- última novela del escritor argentino Martín Kohan.

¿Y por qué no darle bola a la crítica (o no tanto)? Principalmente porque la mayoría de los reseñadores que han publicado artículos sobre la novela de Martín han coincidido en encasillarla rotundamente dentro del género “policial” y este es un acto de injusticia, un condicionante de lectura que el texto no se merece.

Una novela que pega el salto por sobre los géneros con fluidez no debería entrar con forcepsen ningún género que no la reciba concretamente. Y es que a Kohan, como a los mejores representantes de las letras de su generación, ya le conocimos este poder de versatilidad estilística, esa virtud de no pertenecer a un género en particular, por eso el ahínco con el que gran parte de la crítica y su casa editora se empeñan en encuadrar este trabajo un poco opalino, nos pone como lectores en una posición que quizás no nos corresponda y nos limite.

Desde su primera novela publicada, “La pérdida de Laura” (1993), el profe Kohan nos invita a pegar el salto genérico cuando nos sentamos a leerlo. Nadie a esta altura puede decir que aquella historia en la que un pibe de barrio quiere convencer con poco éxito a su hermano, de ciertas aspiraciones intelectuales, para sentarse a ver juntos el show de Alberto Olmedo en la tele es, por ejemplo, una novela “costumbrista”. Como tampoco -viniéndonos más acá en el tiempo- nadie podría atreverse a decir que “Ciencias Morales” (2007) o “Bahía Blanca” (2012) son simplemente “novelas de análisis psicológico”. Kohan posee un registro narrativo que busca, como un pez Koi, nadar en contra de la corriente de los géneros. Y ese es uno de sus mayores méritos.

Y “Fuera de lugar”, en esta línea de razonamiento, no es un policial, por más que por momentos -en un sentido bien clásico de la cosa- lo parezca. Porque la lectura de un policial requiere de un código de entrada particular por el cual el lector busca denodadamente participar del "caso" que el autor expone, y lo hace con la avidez de quien quiere descubrir lo que se oculta en la trama, plagada de incógnitas. Esa es una mecánica casi ineludible.

“Fuera de lugar”, por el contrario, es un texto que se debe abordar en otro sentido: pues vamos leyendo la novela y tendemos buscar descubrir de qué se trata todo, sí, es cierto, pero eso -ni remotamente- es lo que en verdad importa a la hora de seguir el camino propuesto por el texto. El viaje que nos propone Kohan (con sus secuencias ocultas, sus improvistos giros y su destino final de bifurcación) es lo que verdaderamente nos satisface al final del recorrido, lo que nos hace reflexionar, nos angustia, nos alivia y nos pone de frente a nuestras propias convicciones morales. “Fuera de lugar” es literatura de traza sencilla, pulida, de alto vuelo; así como se escriben los libros bien escritos.

A él no le preocupa tanto

Esta preocupación por no encasillar la novela pareciera no importarle demasiado al autor; o sí; pero nunca tanto.

En declaraciones a Va Con Firma, Kohan nos dice que admite tener prevenciones respecto del encuadre de género que la crítica (¡y hasta su casa editora!) hace sobre su novela, pero a la vez encuentra una salida noble en caso de que el lector “insista” en esto de estar leyendo un policial.

A Martín no le gusta el abordaje de lectura por el policial “cuando funciona como una codificación de lectura proclive a la previsibilidad: cuando define lo que hay que esperar, y a continuación lo suministra”, pero Martín no cierra la posibilidad en ese laberinto y reflexiona: “también es posible escribir dentro del género para promover una reflexión sobre el género (como lo hace Ricardo Piglia en 'Blanco nocturno', por ejemplo) o escribir dentro del género pero para desactivar el género (como lo hace Juan José Saer en 'La pesquisa', por ejemplo). Si a ‘Fuera de lugar’ se lo pensara en clave de género, yo preferiría que se lo hiciera de alguna de estas maneras, y no como un mecanismo de estabilización de la lectura”. Kohan, toda vez que es el creador, sabe algo sobre esta novela que nosotros no sabemos: “uno no puede determinar la manera en que se piensa un libro, si es el autor. Apenas puede opinar, y siempre y cuando se lo pidan, como es el caso dice, autorizando a que vos le entres a su texto... por donde vos quieras.

Los fantasmas de carne y hueso

“Fuera de lugar” es un libro que arranca con un escenario en el que -tras la inmensa quietud encubridora de un pueblo patagónico perdido en la estepa precordillerana- se producen fotografías de pornografía infantil. La acción transcurre antes de la llegada de Internet y las redes sociales a nuestras vidas, cuando era necesario juntar las voluntades discretas de gente que realmente delinca en conjunto sin el paraguas de la virtualidad: productores adultos, fotógrafos adultos que revelen esas fotos en la privacidad silente de sus laboratorios, actores adultos y -final y penosamente- adultos proveedores de niños.

Y todo esto pasa en el universo de la novela “por algo”. En este caso porque el muro de Berlín ha caído, y -vía el dato suministrado por marineros que venían desde Chile- se sabe que en la ex-comunista Europa del Este, las ideas de libertad surgidas con la caída del muro disparan un goce cercano al (disculpen el término remanido, pero no encuentro otro) libertinaje. Las fotos con niños desnudos son un nuevo furor dentro de un círculo cada vez más grande y redituable. Clandestino, sí, pero furor comercial al fin.

El autor dice en un pasaje de la novela:

No pocos entre ellos afirmaban que era la caída en desplome del comunismo, por lo demás tan reciente, lo que había degenerado todo. En Rusia, la patria del proletariado hasta hacía muy poco, proliferaban ahora las lacras: los nuevos ricos, las mafias viciosas, el cultivo de la depravación, el consumismo. Otros eran algo más misántropos, o sus padres no habían votado a Salvador Allende, y refutaban estos razonamientos alegando que la degeneración, sin duda, habría existido siempre, lo único que había aportado el derrumbe del orden soviético era visibilidad y viabilidad comercial”

Como verá usted, de una manera un poco intuitiva, con tan poco texto de Kohan en sus manos, muchos de los presupuestos, resortes y acciones narrativas desparramados en la novela tienen más de una explicación posible (en este ejemplo citado: dos). Y no es menor este detalle, pues todo lo que construye Martín en “Fuera de lugar” está basado en varios puntos de vista, no porque los personajes sean ambiguos, que sería un recurso “literariamente noble” -no estamos atacando esa posibilidad- pero no es el caso: Kohan define perfectamente a sus personajes (en ese sentido es un verdadero maestro), y es usted el que tiene la posibilidad de primera mano -que Kohan gentilmente le ha cedido- para interpretar todo lo que pasa de dos, tres, o más maneras.

¿Ve?: eso no es típico de un “policial” en el sentido restrictivo que propone el género.

Y el autor nos mete al río del texto mostrándonos una realidad que moralmente es inquietante: pornografía infantil. Consultado por Va Con Firma sobre lo vidrioso de explayarse dentro de esa temática, Kohan nos contaba: “Trabajé sobre lo preconcebido, sin dudas, porque se trata de cuestiones sobre las que pesa una fuerte carga de valoraciones previas. Yo mismo las tengo, y puedo suponer que las tiene el lector. El asunto es determinar qué clase de experiencia de lectura se propone impulsar uno con lo que está escribiendo, qué posición de lectura quiere uno predisponer. En el caso de 'Fuera de lugar', me propuse que la narración produjera, respecto de lo preconcebido, ese mismo fuera de lugar que queda designado en el título: una experiencia de perturbación y descolocación para la lectura, ningún refugio confortable (para el caso, la emisión de un juicio moral tranquilizador) para apaciguar al lector. No pienso a la literatura como una instancia en la que expresar lo que pienso de las cosas (para el caso, lo que pienso de la pedofilia es que está mal), me interesa mucho más tratar de desestabilizar, conmover certezas, desacomodar o incomodar, y ver qué le pasa a cada cual con todo eso”.

Sépalo: usted se bañará con Martín en esas inquietantes aguas, pero no se hundirá, porque lo que está por venir en la novela es muy interesante: esa historia de hombres y mujeres que perderán el sueño al saber que la inminente llegada de Internet puede “mundializar” y sacar a la luz su trabajo secreto, clandestino y acotado para abrirlo bestialmente a un inframundo -público y global, masivo en cantidad de usuarios en línea- y todo eso puede condenarlos para siempre en el peor de los sentidos condenatorios.

En el espejo de la novela, la historia puntual del temor que nos causa este mundo en el que sabemos que millones pueden mirarnos desde el anonimato de la virtualidad, es un eje argumental fundamental en este retrato que Kohan pinta en una pequeña y turbia aldea, la de esos fantasmas de carne y hueso que producen pornografía infantil y la de los que la consumen. Hablando sobre esto Martín habla de todos nosotros, de nuestra vieja costumbre de actuar y desentendernos de nuestros actos (en el caso de la red de pornografía se trasunta en la acción de fotografiar, imprimir, enviar las copias y olvidar todo lo acaecido) para luego sentirnos en jaque por la permanencia online de lo que ya hemos hecho y ahora está allí: dando vueltas por siempre; una suerte de condena a perpetuidad por las cosas que hicimos y nos trascienden.

¿No es esta una característica que rige nuestros días?

Ya lo ven, pintar la aldea, pintar el mundo... ¿no es eso la mejor manera de hacer la literatura?

Quietos, pero en movimiento

Una de las características más salientes de la escritura de Kohan es la de trasmitir una aparente “quietud” en la acción narrativa, mientras todo está sucediendo casi sin que nos demos cuenta. Su escritura, en este sentido, se aleja de aquellas que despliegan muchos de sus antecesores inmediatos o los escritores que son sus coetáneos.

Si en una novela de Soriano, de Piglia, de Forn o de Saccomano suceden mil cosas, los personajes se mueven de aquí para allá y la acción se desplaza cada un puñado de páginas, en el “estilo Kohan” las cosas son distintas. Es más, en todo “Fuera de lugar” tenemos acciones muy acotadas: las sesiones de fotos, lo que sucede en un hotel en el litoral, la búsqueda de un sobrino en Buenos Aires y un viaje final que no conviene detallar antes de leer el texto; el resto de lo que sucede en la novela es lo que los formalistas llamaban el puro “idiolecto”, el devaneo del paisaje interior de los personajes que se hablan a sí mismos y buscan dentro de sí las respuestas a lo que les sucede y... ¡a lo que no les sucede! Por eso, dese cuenta, esta nota abre con aquella frase entre comillas de Nietzsche que usted leyó antes de empezar con este comentario. Suba hasta la cabeza de la nota, reléala y vuelva hasta aquí.

Los personajes de Kohan buscan saber quiénes son, algunos para “salvarse”, otros para simplemente “entender”, nuevamente el mecanismo de pintar la aldea, nuevamente el mecanismo de mostrar el mundo todo. Ninguno de nosotros puede abstenerse de empatizar con esos, hasta con los más abyectos.

Y todos se mueven poco, pero muestran mucho. Observen por un instante a esta mujer cocinando dulce en su cocina casi rural:

Elena espantaba las moscas con un delantal desteñido. Moscas ahí había siempre, a veces hasta de noche. Era normal tenerlas en torno, dejarse molestar por los zumbidos. No siempre era cuestión de matarlas, de aplastarlas hasta convertirlas en manchitas negras sin forma. A veces le bastaba a Elena con obligarlas a volar más lejos, nada más.

Todas eran de por sí muy insistentes: no conocían la distracción.

Pero la presencia de las frutas abiertas y de los tarros de azúcar las volvía directamente locas. Elena era una persona calma. Por eso mismo, sin embargo, es que no podía sino apiadarse ante ciertas formas de la desesperación”

Notarán ustedes que, en la aparente bucólica quietud de una secuencia de cocina, podemos definir perfectamente qué es lo que le pasa a un personaje central dentro de la historia y vislumbrar por qué le pasa lo que le pasa. Un genial retrato escueto, una síntesis perfecta que nos ayuda a comprender una historia que tiene -claro que sí- mucho más que la elaboración de un par de tarros de dulces para contarnos.

Así, es necesario confirmar e insistir (redundar, ¿por qué no?) en que aquí, aunque todo parezca un ceteris paribusen el que la escena está casi quieta, Kohan aplica la astucia del narrador de buen pulso y llena el texto de dinamismos, de “cosas que pasan” sin que nos demos cuenta. Esto en Martín es un sello de fábrica. Quizás por eso los jóvenes realizadores audiovisuales argentinos ven películas al leer sus libros. Ya pasó con “Ciencias Morales” y está por suceder con el estreno inminente de la versión cinematográfica de “Bahía Blanca” a fines de este año. El autor cuenta a Va Con Firma por qué le parece que los cineastas ven cine en sus novelas: “En rigor, habría que preguntarles a los cineastas que generosamente se interesaron por lo que escribo. Lo que puedo decir, desde la escritura, es que hay algo de una memoria visual cinematográfica que se activa fuertemente en mí cuando estoy escribiendo. No es que me acuerde de determinadas películas (olvido casi todo lo que veo), sino que imagino ciertas escenas a partir de figuraciones que me quedan de películas que vi (aunque no pueda establecer cuáles son exactamente, y en verdad ni siquiera intente saberlo)”. Así Kohan, damas y caballeros, nos cuenta cómo es que sale el conejo de la galera.

La belleza de nada caiga en su lugar

Por todo esto que se expuso, por la saludable “desgeneración” que utiliza Kohan para escribir, por la astucia narrativa que detenta, por la satisfacción que causa leer cómo lo escribe y, sobre todo, por el buen tino que tiene para “universalizar” cuestiones existenciales sin que notemos que eso sucede, es que recomendamos pasar por la librería, hacerse de este texto y gozarlo a pleno durante estas vacaciones.

Si hubiera algo más para agregar, digamos que “Fuera de lugar” es una novela en la que nos sorprenderemos y nos inquietaremos con una revelación explícita que para algunos puede ser casi una epifanía, pues se trata de una de las claves más misteriosas y atractivas que conlleva el arte de ser y existir.

Trabajamos continuamente para que racional y lógicamente todo caiga en su lugar determinado, los hechos, las acciones, los sucesos. Pero a pesar de nuestros esfuerzos –que bien valen la pena, claro- las cosas pueden trascendernos y todo puede caer en otro sitio. Eso pasa, todo el tiempo, las cosas caen “fuera de lugar” frente a nuestra mirada atónita, muchas veces impotente. Narrar este partido de dados jugado por Dios es uno de los aciertos más fuertes de esta novela.

Martín escribe y describe todo esto con mucha profundidad y belleza y eso lo convierte -como no- en un escritor a la altura de los más grandes, aquellos que (vamos de nuevo) pintan una aldea, un nicho, un corpus de pequeñas vidas, y en ese sencillo acto te están pintando el mundo entero.

Listo, ya está, vamos cortándola: vaya, busque y lea esa novela. Después me cuenta si exagero o no...

29/07/2016

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