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Columnistas
09/01/2018

La demagogia de Macri

La demagogia de Macri | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Hacer cosas que le gusten a una parte del electorado dejando de lado el perjuicio que pudiesen producir por esas mismas medidas para el afianzamiento de la participación democrática, no se aparta en demasía de una clase de demagogia para ricos que devuelven los favores dando sostén al gobierno.

Osvaldo Pellin

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"La demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con palabras mayores".

Abraham Lincoln

No es que Macri sea perverso. Antes que eso es un especulador agudo. Hay que reconocerlo. El, sabe, como buen conservador, qué decisiones son del agrado de ciertos electores y cuáles les disgustan. Es en realidad, en esa dicotomía o división en que se basa la aplicación del cambio pregonado por sus acólitos.

El, nunca va a tratar de buscar prosélitos entre los “progres” porque están demasiado ideologizados y sólidamente captados por una tradición popular a la que espera llegar por otros caminos que los de la sugestión. A ese grupo de electores, le alcanza con mentirle, con aparecer como un rico y poderoso empresario en cuyo perfil resulta popular ser anti político.

En cambio sabe muy bien qué quieren o desean ciertos grupos sociales amantes de la mano dura, el gatillo fácil y el de “dar leña” en busca de un orden tan solemne como represivo.

De allí que las políticas que al primer grupo le parecen reaccionarias y repudiables al otro, quizás, en igual o superior número de adhesiones le parezcan adecuadas y de acuerdo a su leal sentir.

Así, si el ministro Aguad extirpa de su ministerio de Defensa el sector de los Derechos Humanos, Macri sabe que apunta a los nostálgicos de la dictadura que, en silencio o fundamentándolo en insensateces de efímero valor, habrán de asentir y si cabe, aplaudir. Mientras tanto los que adhieren a que desde las FFAA se develen los crímenes de lesa humanidad cometidos, se verán traicionados luego de la larga lucha por la verdad, la memoria y la justicia que el pueblo argentino se encargó de pregonar, no solo en el escenario nacional sino también en el internacional. Organismos como la ONU y otros subsidiarios, fueron explícitos en reconocer públicamente el acierto y valentía de los juzgamientos de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en nuestro país.

Macri sabe, y persiste en ello, que hay mucha gente que saludó su llegada al poder no por su carisma personal, sino porque, como ellos dicen, puede acabar con manifestaciones públicas del “populismo” que los irrita y los torna temerosos por su avance histórico.

A partir de esa convicción, meter palo y hasta eliminar físicamente a manifestantes puede parecer necesario y rescatable. Por eso, no permite que la Justicia ponga la nariz en esos sucesos so pena de perder la omnímoda y complaciente autoridad que el propio Macri les ha concedido.

Y a lo anterior se podrían agregar otros atributos que el presidente le ofrece en bandeja a la reacción política: la represión al derecho de huelga cuando se expresa en gremios claves o en manifestaciones públicas que hacen conocer a la sociedad entera el reclamo insatisfecho de los trabajadores.

Vinculado con ello, manifiesta repudio a las convenciones colectivas porque entrañan la búsqueda de equidad en la relación capital y trabajo.

Hay, además, cosas menos amplificadas pero auténticamente emblemáticas de las que el presidente no puede hacerse cargo como por ejemplo la organización de las Madres de Plaza de Mayo y sus jornadas de marcha alrededor de la Pirámide los días jueves de cada semana.

Macri apunta al microcentro con sus rascacielos pletóricos de oficinas de las grandes multinacionales, sus bancos extranjeros vinculados  y la Bolsa de Comercio donde cotizan las acciones de las empresas propias y la de sus ministros. Ubicuo lugar de sus mayores preocupaciones.

Junto con Larreta apunta a los jardines de los parques del paseo Tres de febrero en la Capital Federal, a las bicisendas y sobre todo a que la gente muestre espíritu de sacrificio no yéndose de vacaciones, no comprándose un equipo de aire acondicionado y mucho menos un automóvil, además de no concurrir a los lugares ‘chetos’ de la capital por donde caminar debería hacerse sin tropezar con muchedumbres invasoras o sea con gente de otro palo.

En concreto, el hacer cosas que le gusten a una parte del electorado dejando de lado el perjuicio que pudiesen producir por esas mismas medidas para el afianzamiento de la participación democrática, no se aparta en demasía de una clase de demagogia para ricos que devuelven los favores dando sostén al gobierno, acercándose a un autoritarismo repudiable.

29/07/2016

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