Columnistas
02/01/2018

Es imposible erradicar la causa popular

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El sufrimiento de las mayorías se va incrementando tanto, que nadie se dejará abatir sin pelear por sus derechos. En esta tozudez por la vida se basa toda la lucha de las mayorías y se insinúa la victoria de los débiles.

Osvaldo Pellin

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Las políticas de erradicación del peronismo como doctrina y acción, pasan por aniquilar a los que menos tienen, a los humildes, a las clases medias bajas, a los jubilados. Pasan por generar desocupados que van a incorporarse a cualquiera de estos grupos de marginales.

La lucha de la oligarquía es contra la marginalidad porque teme, en su paranoia, por su seguridad, en la certidumbre de que un pobre es igual a un delincuente en potencia. Ahora, una vez más, contra los mapuches y los demás pueblos originarios porque molestan en la vecindad de sus latifundios, en su persistente y mítico amor a la tierra que reclaman y justifican como de su pertenencia.

Este tema deberá tener una solución política o no tendrá solución alguna y una y otra vez resurgirán de sus reservas los reclamos justos de los pueblos originarios acerca de la propiedad de la tierra. Nunca será solución intentar una nueva Campaña al Desierto, eufemismo de amenaza de un nuevo genocidio.

La oligarquía tiene la ilusión que exterminados los carenciados se acabaron las disputas en este país en todos los órdenes: Ya no se discutirá más por la justa distribución del ingreso, ya no se discutirá más por el revisionismo histórico, ya no se discutirá más acerca de la importancia de la sustitución de importaciones para desarrollar una industria nacional, ya no se discutirá más acerca de la soberanía, ya no se discutirá más por una jubilación digna, ya no se discutirá más por una presupuesto educativo acorde a las necesidades de una enseñanza de calidad, laica y gratuita.

Mientras tanto, los recursos que no vayan a esas actividades caerán en los bolsillos de la adiposa oligarquía.

El peronismo presentará batalla en todos esos frentes, ya que la tradición nacional y popular no ha sido derrotada por un puñado de votos, ni lo será por el fraude electoral, ni por la entrega de nuestro patrimonio sustentado en el ahorro del pueblo. Por el contrario, la tradición permanecerá viva mientras las carencias generalizadas de la sociedad se solucionen con represión, conhambre y con más mortalidad infantil, con menos salud, menos educación y menos investigación científica.

Todo está tan a la vista, el sufrimiento de las mayorías se va incrementando tanto, que nadie se dejará abatir sin pelear por sus derechos. En esta tozudez por la vida se basa toda la lucha de las mayorías y se insinúa la victoria de los débiles.

Nuestra nave insignia es Cristina Fernández, el alfil de los desposeídos, la dirigente a emular de los que gritan su sed de justicia.No han podido despojarla de sus derechos constitucionales de ser candidata y allí está su nombre en todas las señales de la difamación, de televisión o radio, en todos los ejemplares de diarios y revistas sustentadas por la pauta oficial. Esta campaña atroz que serviría para hacer olvidar a cualquier otro, ha devenido en fortalecerla y solo incrementa la adhesión de las mayorías.

En el día de su fundamentado primer discurso en la Cámara de Senadores, CFK sufrió el desaire de sus opositores que no pueden superar ni la envidia y lo que es peor el odio que los invade cuando su presencia y su voz son ineludibles.Se fueron yendo callados uno a uno en un conjuro de cobardía del que no quiere debatir. Pareció seriamente algo así como una puerilidad encarada por gente grande y de apariencia respetable.

¿Tanto miedo le tienen? ¿Cuáles son sus argumentos para rebatirle?La actitud no fue democrática ni fue valiente. Consistió en arrugar demasiado y el vacío que se pretendió hacer en especial por los hombres fue muy poco viril.

El de las mujeres puedo comprenderlo porque la diferencia intelectual de Cristina con el promedio intelectual del conjunto de las legisladoras de la alianza radical-PRO es demasiado grande.

29/07/2016

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