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Columnistas
19/11/2017

El proyecto de reforma laboral

El proyecto de reforma laboral | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Si un empresario consiguiera que disminuyan los salarios solamente para él, se vería beneficiado porque aumentaría sus ganancias; pero si bajan los salarios para toda la comunidad se vería, antes o después, muy perjudicado porque disminuirían las ventas y, con ello, las ganancias.

Humberto Zambon

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La estrategia seguida reiteradamente por este gobierno cuando quiere hacer aprobar una ley que considera fundamental es pedir mucho más que lo que se pretende y luego, graciosamente y “mediante el diálogo”, ceder hasta que queda solamente lo que inicialmente se procuraba. Si se busca 10 se pide 20 o más, y luego se negocia hasta que quede aproximadamente 10.

Lo anterior viene porque el gobierno nacional ha hecho conocer el proyecto inicial de una reforma laborar. A medida que se conocen los detalles de la misma se va sumando, con toda razón, el rechazo generalizado de los distintos sectores de la comunidad, que va desde los sindicatos a la Iglesia Católica y a la comunidad política, incluyendo a líderes radicales como Ricardo Alfonsín. Es que el proyecto avanza contra los derechos del trabajador conseguidos laboriosamente durante más de un siglo de lucha llegando, inclusive, a la posibilidad práctica de su negación total, ya que establece que el empleado puede renunciar a sus derechos, como si el contrato laboral fuera un acuerdo entre iguales, cuando en realidad existe una enorme asimetría de poder entre el dador de trabajo y el oferente, que en muchos casos necesita imperiosamente un puesto laboral para subsistir.

Además de eso, deja indefenso al trabajador frente a cambios esenciales en la relación laboral, como es la categoría, el salario o el horario de trabajo; crea la figura de “trabajador autónomo dependiente” (lo que es un verdadero oxímoron, una contradicción lógica insalvable: o es autónomo o es dependiente), una ficción basada en la posibilidad de realizar otras tareas y que en lugar de cobrar un salario facturaría sus servicios, como si fuera independiente, y sin costos salariales para la empresa; elimina la responsabilidad solidaria frente a subcontratistas; facilita el despido del trabajador, disminuyendo la base de cálculo de la indemnización y la posibilidad sustituirlo por un “fondo de cese laboral”; establece la flexibilidad horaria, al autorizar la existencia de horas extras sin remuneración y a compensar en un “banco de horas” dentro del año; fomenta las pasantías, que puede ser utilizada como un instrumento fraudulento de rotación del personal, etcétera. En general todas tienden a reducir el salario y sus cargas sociales.

En realidad no se sabe bien cuales son las reformas que finalmente procura aprobar el gobierno. De todas formas el objetivo declarado por la reforma es bajar los salarios y el costo laboral  y generar una mayor ocupación de mano de obra. Para fundamentarlo se recurre a la teoría económica tradicional, que supone la posibilidad de sustitución entre trabajo y capital, de forma tal que determinada producción se puede lograr aumentando el capital y disminuyendo el trabajo, o a la inversa, mediante muchísimas combinaciones posibles entre ambos factores y según los precios relativos de los mismos. Supone, además, que la demanda laboral se comporta en forma similar a la demanda de una mercadería normal: si baja el precio (en este caso salario) aumenta la cantidad demandada; si sube, ésta disminuye; como la oferta laboral está más o menos dada, entonces, el salario que supere al equilibrio de mercado implica desocupación; es decir, cuanto menor el precio mayor será la ocupación laboral.

Esa teoría quedó desacreditada después de la crisis de 1929, cuando para combatir la desocupación los economistas aconsejaron a los gobiernos bajar los sueldos (el costo laboral), logrando agravar la crisis. A partir de allí en ella solo creen (o simulan hacerlo) los autores de algunos libros de teoría económica y algunos economistas de formación neoliberal, como López Murphy, que fracasó al intentar aplicarla durante el gobierno de la Alianza, u otros contemporáneos que pertenecen o son muy próximos al gobierno.

Más cercano a la realidad es suponer que, dado la cantidad muy limitada de técnicas productivas disponibles para la producción económica de un determinado bien, existe una relación fija entre el producto y la ocupación laboral. Por otro lado, la cantidad producida está dada por la demanda del bien, existiendo cierta flexibilidad de las plantas para adecuar la producción (y la ocupación laboral) a la misma.

Dada la estructura de las exportaciones argentinas y en un marco de libertad de comercio, la baja de costos que implique la rebaja salarial apenas va a afectarlas. En cambio sí afectará seriamente a la demanda interna. Es que el salario cumple una doble función: por un lado es un costo de producción; por el otro representa el ingreso monetario que tiene la mayoría de la población para cubrir sus gastos; en otras palabras, en un componente esencial de la demanda agregada. Entonces, si bajan los salarios disminuye la demanda y baja también la ocupación laboral. Exactamente el efecto opuesto de lo que se dice buscar.

Si un empresario consiguiera que disminuyan los salarios solamente para él, se vería beneficiado porque aumentaría sus ganancias; pero si bajan los salarios para toda la comunidad se vería, antes o después, muy perjudicado porque disminuirían las ventas y, con ello, las ganancias.

Los perjudicados con esta reforma no serán sólo los trabajadores, que la sufrirán en carne propia, sino toda la sociedad. Hay muchos ejemplos históricos que demuestran que las cosas se comportan de esta forma.

29/07/2016

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