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Columnistas
18/11/2017

La "cheta de Nordelta" y el miedo a la anormalidad

La "cheta de Nordelta" y el miedo a la anormalidad | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Quizás los mejores tests sociales son aquellos que llegan de manera imprevista, sin encargo previo a ninguna consultora; como éste último que hicimos los argentinos: el de la "cheta", que nos obligó a replantearnos de qué lado de la "normalidad" estamos. Hace tres años el director Benjamín Naishtat se nos adelantó a todos e imaginó esta auténtica grieta en el film "Historia del miedo".

Fernando Barraza

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Si para atravesar el río de este artículo tuviéramos que -sí o sí- pararnos sobre una frase hecha, sin lugar a dudas deberíamos elegir ésta: "ser normal es muy distinto a parecerlo".

La frase nos sirve para encarar a pie juntillas la siguiente nota, que es  una invitación a ver una película que -salvo para la crítica especializada y los jurados de algunos de los festivales más importantes del planeta- pasó mayormente inadvertida para el público argentino.

"Historia del miedo" es un film que hacia finales de 2014, y con menos de 30 años de edad, consiguió terminar y estrenar el director porteño Benjamín Naishtat, aunando esfuerzo y dinero provenientes de fuentes tan distantes como Francia, Uruguay, Alemania, Qatar y, como no, Argentina.

A principios de 2015 la estrenó en salas de todo el país y muy poca gente fue a verla, como desgraciadamente sucede con el 90% de los estrenos del cine argentino. Diferente fue la reacción de la crítica especializada y los jurados de los festivales en los que se presentó, que saludaron a esta ópera prima como una película arriesgada, efectiva, sorprendente y jugada en su experimentalidad narrativa. Dos años más tarde su nombre volvió a resonar con similar intensidad, cuando se estrenó "El movimiento", segundo film de Naishtat. Pero esa es otra historia.

A nosotros, a los fines de este artículo y en ésta coyuntura especial de la historia argentina, nos interesa echar un vistazo a "Historia del miedo", sobre todo porque la red más popular de cine a demanda (Netflix) acaba de subirla a su catálogo, justo cuando la Argentina entera  todavía está rindiendo el antes mencionado test de "la cheta de Nordelta". Desde las más encumbradas elites hasta las masas capas más populares del país continúan discutiendo al día de hoy en lo que serían los últimos coletazos de este examen forzoso que este personaje viral desató socialmente al publicarse una comunicación privada de audio en la que opinando sobre lo que la “normalidad” bien pudiera significar para una burguesa como ella, nos terminó poniendo –sorpresivamente-  a todos en una suerte de definición/veredicto moral acerca de qué lado de la línea de la "normalidad" nos encontramos.

Benjamín Naishtat imaginó esta secuencia mucho antes de este fenómeno viral, sin el estúpido e irritante glamour kitsch de la “cheta de Nordelta”, cuando escribió esta historia que hoy invitamos a ver desde la tranquilidad "normal" de nuestras casas.

Entrarle a  "Historia del miedo" no es una tarea sencilla. Indudablemente no es una típica película pasatista del catálogo Netflix. Más bien todo lo contrario: va lenta, se toma su tiempo, hace hincapié en encuadres y secuencias por las que otras películas -las típicas que estamos acostumbrados a consumir- pasarían por alto. "Historia del miedo" es árida y sofocante. No aburrida, ojo, porque esa es la excusa habitual que encuentra el que no está dispuesto a amoldarse a un cine que no sea el pre-digerido que tantas salas de multicines llena a lo ancho del planeta. Pero ésta es una película incómoda, si señores, porque planta de manera realista la cámara en la jeta misma de los protagonistas de una historia, la de las "normalidades" de las personas que -sin entender bien su propio mundo- fingen ser "normales" y viven con miedo frente a lo que desconocen.

Y lo que se desconoce es (muchos ya se habrán dado cuenta de ello) la gran mayoría de las cosas que nos suceden. Por eso cuando decimos que el tono del film es "realista", no estamos apuntando a ese realismo que es sinonimia de lo descarnado, lo rimbombante. La película del joven Naishtat no es "Feos, sucios y malos", no pone en escena una realidad violenta por lo descarnada, lo brutal casi circense que tienen algunos aspectos de vida. Todo lo contrario: Benjamín te muestra una realidad violenta por lo despojada de aparatosidad, una realidad que es sofocante por lo "normalizada", por lo corriente y lo vulgar.

Todos los seres de esta ficción -los ricos y los pobres- se mueven en pantalla con una naturalidad que parece heredada del cine de zombis, porque cada personaje de esta película es una víctima sedada por la gran circunstancia que significa vivir en ésta sociedad plagada de símbolos (la tele, su publicidad y su propaganda, su eterna invitación a no pensar) que intenta parecer "normal" dentro de un engranaje que de normal, no tiene nada.

Para retratar este universo actual, el de la normalidad sedada, Naishtat elige el mejor escenario: el de un country de la zona norte de Buenos Aires (¡el de la cheta, sí, sí!) y pone algo del foco en algunas de las personas que entran a ese universo de "resguardo y seguridad"  y otro poco del foco en las personas que viven dentro de ese universo social artificioso que es un barrio cerrado y custodiado por fuerzas de seguridad privadas.

Sin ánimos de hacer un spoiler, es bueno advertir al lector que durante el transcurso de la película no van a ver nada brutal, no habrá un punto de giro bestial que nos tuerza moralmente y nos haga reflexionar sobre lo que está bien y lo que está mal. Por el contrario, la película entera es un catálogo de la locura alienada en cámara lenta y -en ningún tramo- sale de ningún carril habitual y cotidiano. Cada escena está allí para recordarnos de manera sutil lo distraídos que estamos, todos intentando parecer normales dentro de un engranaje social que funciona de manera arbitraria, despareja, injusta y hasta a veces… demencial.

En "Historia del miedo" no hay sangre a borbotones, violencia física exacerbada ni resortes argumentales descocados que nos hagan saltar de la silla o la cama; sin embargo la película -si aceptamos adentrarnos sin discutir en su estética y su velocidad, no olvidemos estos detalles- es exasperante y sobrecogedora.

¿Por qué un niño que juega a la pelota en el country le grita –de la nada- “pajero” a su viejo y por qué su viejo resuelve la situación agrediéndolo físicamente para que pida disculpas por el exabrupto?, ¿por qué un jardinero calla su frustración en todos los ámbitos de su vida hasta explotar?, ¿por qué la gente del country vive con miedo si está radicada en un bunker fortificado y rodeada de gente armada que monitorea sus días?, ¿por qué a nadie le importa que una anciana que trabaja de doméstica tenga un infarto, o una anciana hija de dueño de country sea vilipendiada por tomarse un tiempo prudencial para contestar una pregunta profunda?, ¿por qué un simple y pasajero corte de luz durante el brindis de fin de año se convierte en una pesadilla cargada de terror y paranoia para un grupo de gente encerrada en la seguridad híper valuada de su propio country?

Todas éstas preguntas –y otras, iguales de simples y contundentes- se apilan en la película de Naishtat hasta que uno, como espectador, siente el agobio del sinsentido del cotidiano, todos esos presupuestos, mandatos, locuras incongruentes naturalizadas y prejuicios paranoicos que construyen el corpus de las cosas que en las que creemos los “ciudadanos normales”. Verlos todos juntos en un solo film es –admitámoslo- sofocante.

Por eso, si va a entrarle a “Historia del miedo” haga algunas cosas básicas, hágame caso: entréguese a su ritmo sin discutirlo, soporte la sofocación para quedarse a ver la obra completa y, finalmente, reflexione en torno a ésta inquietud: ¿”la cheta de Nordelta” es o no es otra víctima de este mundo de “normales”, o simplemente es el resultado más cómodo que una persona adopta de una sociedad individualista?

La respuesta la tiene usted, claro está.

29/07/2016

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