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Columnistas
19/06/2017

Comprendiendo a Trump y su concepción racial jerárquica

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En Estados Unidos y en todas las culturas occidentalizadas, los gobiernos y los ciudadanos se horrorizan por una bomba en un estadio de Manchester, pero callan ante los cuerpos de niños que naufragan diariamente sin vida por las aguas del mar Mediterráneo. En el caso de Cuba se agrava esa “superioridad” norteamericana.

Agustín Mozzoni *

Donal Trump es hostil pero no convence a sus ciudadanos de que sus medidas beneficiaran al conjunto de la sociedad. Quizá un amplio sector de las elites norteamericanas se sienta favorecida por la política del mandatario de EE.UU., y eso casi siempre es porque hay un perjuicio de las grandes mayorías.

Mucho menos se puede mencionar lo que el mundo occidental piensa o espera de Donald Trump. Un hombre que juega a ser presidente de la potencia global, y cuya estrategia favorita parece ser la de patear el tablero.

El ejercicio de la política de Trump es la evidencia clara del comportamiento de un hombre de “elite” adoptado sobre las decisiones generales. Separa el destino de sus familias y empresarios amigos del destino del resto de la humanidad.

Desde esa perspectiva, se puede comprender el camino que emprendió decidiendo el retiro de los Estados Unidos del acuerdo sobre Cambio Climático firmado en Paris. No lo afecta a él, no afecta a sus hijos y no afecta a sus empresas, ni amigos. Al contrario, beneficia a los precursores del capitalismo perverso, depravado y salvaje.

Desde esa misma lógica, también se puede entender como atacó con misiles Tomahawk al territorio sirio, sin previo consentimiento del Congreso y sin diálogo anticipado con los aliados en la zona. 

A quienes percibían a Donald Trump como un personaje simpático, ven de a poco cómo deja de serlo. Los comentarios racistas y misóginos de la campaña fueron entendidos en principio como una operación para captar la atención general de lo que un hombre extravagante y complacido era capaz de decir.  Pero esa percepción comienza a debilitarse.

Trump gobierna bajo la doctrina de la jerarquía racial. Desde allí, prohibió por decreto el ingreso de extranjeros de siete países de mayoría musulmana al territorio norteamericano, está en proceso de cancelación de los planes sobre refugiados, y en la última semana firmó el decreto que anula el avance del diálogo con Cuba.

Trump les reclamó a las autoridades del gobierno cubano una modificación de sus conductas en relación con los Derechos Humanos. “Si Cuba no está dispuesta a hacer una oferta mejor para el pueblo cubano, para los cubanos en América y para los EE.UU en su conjunto, entonces se termina el acuerdo”, sostuvo Trump.

Quien acusa a Cuba, es el mismo Trump que resumió a los mexicanos como “violadores” y “malvados”, y a los refugiados como “terroristas”. El mismo Trump de los misiles en Siria.

Cuba es vanguardia continental en el acceso al derecho a la salud, la educación, la seguridad social, los derechos de niños y niñas, y el derecho a la alimentación.

La teoría de la jerarquía racial está a la orden del día en Occidente. No solo en stados Unidos, también en el Reino Unido, Francia, Alemania, Austria, y casi inexplicablemente en la derechizada América Latina también. 

La jerarquía racial ya fue instalada en todas las culturas occidentalizadas donde, horrorizados, los ciudadanos y los gobiernos manifiestan pesar y bronca por una bomba en un estadio de Manchester, y callan ante miles de cuerpos de niños que naufragan diariamente sin vida por las aguas del mar Mediterráneo.

Quizá sea extremo, pero no se puede comprender la política exterior de Donald Trump ni de la mayoría de los países de Occidente, sin comprender el pensamiento y la lógica de la jerarquía racial instalada.

Sobre Cuba, Trump sostuvo en el discurso de cancelación del acuerdo firmado por Barack Obama que “vamos a hacer cumplir el embargo. Vamos a tomar medidas concretas para garantizar que las inversiones fluyan directamente a las personas para que puedan abrir las empresas privadas y comenzar a construir gran, gran futuro de su país, un país de gran potencial”. Aquí la jerarquía no solo es racial, sino sistémica.

Trump está buscando revertir la apertura limitada del presidente Obama hacia Cuba, retrocediendo hacia políticas propias de la Guerra Fría, diseñadas como parte de una forma fallida y catastrófica que durante medio siglo buscó un cambio de régimen en la isla, y que derivó en gravísimos situaciones de escasez y restricciones para el pueblo.

Pero como en la mayoría de las cuestiones de política exterior, el problema más grave no deriva de las decisiones unilaterales, sino que proviene del silencio y la cobardía de los otros.



(*) Lic. Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales
29/07/2016

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