Exterior
04/06/2016

Semblanza

Muhammad Alí, un hombre libre

Muhammad Alí, un hombre libre | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Muhammad Ali traspasó las fronteras del deporte. Fue una personalidad con tal brillo que uno puede preguntarse dónde fue más grande; ¿adentro o afuera del ring? Por SFN

Sergio Fernández Novoa *

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Boxeador de peso completo. Sin embargo tenía la agilidad de un púgil de peso pluma. Sus piernas se movían con la gracia y la destreza de un bailarín mientras sus puños concentraban potencia y precisión. Rompió la tradición de combates lentos, cuerpo a cuerpo, al inventar un nuevo modo para el disfrute de la máxima categoría.

Decía de sí mismo que volaba como una mariposa y picaba como una abeja. Pero además, lo caracterizaba su inteligencia para desarrollar estrategias. Yo tenía 12 años y medio cuando esperé junto a mi padre hasta muy tarde para ver lo que para algunos fue el mejor combate de todos los tiempos. El 30 de octubre de 1974 en Zaire (hoy República Oriental del Congo), Alí con 32 años enfrentó al joven campeón e invicto, George Foreman. Alí había entrenado meses endureciendo sus abdominales para soportar los golpes. Así, round tras round lo provocaba a Foreman: “pensé que pegabas más fuerte”. Transcurrieron los asaltos con Foreman atacando y Alí resistiendo. Esto desgastó física y anímicamente al campeón, entonces Alí salió de las cuerdas y con una andanada de golpes logró mandar a su contrincante a la lona. Victoria épica, no solo había sorprendido a su rival sino al mundo todo.

Y fuera de los cuadriláteros fue tan grande como en ellos. En la década del 60, tiempo en que se hizo conocido, alzó su voz en contra del racismo y en la lucha por los derechos de los negros. Cambió su nombre: "Classius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí. No lo quería. Yo soy Muhammad Alí, un hombre libre".

Su militancia por la paz lo hizo negarse a luchar en Vietnam, lo que significó perder el título de campeón mundial y alejarse del pugilismo en sus mejores años. Dijo aquella vez: “No voy a recorrer 10.000 kilómetros para ayudar a asesinar a un país pobre simplemente para continuar la dominación de los blancos contra los esclavos negros”.

Cuando pudo volver al boxeo desafió a Joe Frazier, el campeón de la época. Hubo tres combates, el primero lo ganó Frazier, los otros dos Alí. Los amantes de los puños aun recuerdan esos enfrentamientos.

En tiempos muy difíciles para su raza pugnaba por elevar la autoestima de quienes tenían su color. Llegó a decir “soy el hombre más lindo del mundo”, pero detrás de esa arrogancia siempre estaba el objetivo de elevar el orgullo negro que mucho le debe.

Sus últimos años fueron difíciles en medio de un Parkinson que podría estar asociado a golpes que recibió. Pero más allá de este tiempo de desdicha, dejó su huella inigualable dentro y fuera del ring. A los 74 años se fue para nuevas peleas en algún otro lugar.

Me permito dedicar este texto sencillo a la memoria de mi padre que me enseñó quien era Alí.

 

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(*) Periodista. Ex Vicepresidente de Télam y ex presidente del Consejo Mundial de Agencias de Noticias y de la Unión Latinoamericana de Agencias de Noticias.
29/07/2016

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