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Columnistas
15/06/2017

Los nuevos empoderados

Los nuevos empoderados | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En una áspera crítica social publicada en “Página 12”, un periodista del diario reflexionó sobre “el veneno inoculado por el neoliberalismo en una parte de la sociedad”, con el cual “convenció a mucha gente de que si no tiene derecho a vivir mejor, al menos sí tiene derecho a que los Otros vivan peor”.

Fernando D’ Addario

Hasta hace no muchos años, la demagogia electoral consistía en prometer salariazos, revoluciones productivas, un aluvión de trabajo para todos, aumentos en las jubilaciones, etc. Hoy la demagogia electoral irrumpe, de pronto, con la promesa de bajar la edad de punibilidad y mostrando proyectos para echar de Buenos Aires a los inmigrantes.

El Cambio de percepción de lo que “vende” electoralmente y lo que es “piantavotos” ilustra sobre la degradación cultural que el neoliberalismo derramó –a través de sus socios militantes, los medios de comunicación– en una parte de la sociedad. Las noticias que antes se disimulaban por su previsible costo político, hoy apenas necesitan un maquillaje mediático para transformarse en electoralmente redituables.

El veneno inoculado produjo un extraño efecto inmuno-tóxico: convenció a mucha gente de que si no tiene derecho a vivir mejor, ahora al menos sí tiene derecho a que los Otros vivan peor.

Es el nuevo empoderamiento. El mecanismo discursivo persuadió a millones, por ejemplo, sobre la inutilidad de exigir que el PAMI siga entregando medicamentos gratuitos a sus afiliados (“hacen lo que pueden, con lo que le dejaron...”); a cambio, los motivó para exigir que la Anses “deje de mantener a esa manga de vagos que viven de los planes”. Instaló la idea, aceptada con resignación fatalista, de que a los empresarios no les queda más remedio que despedir empleados y precarizar puestos de trabajo; como contrapartida, promovió un entusiasmo cualunquista contra los extranjeros “que le sacan el laburo a los argentinos”. La ampliación de derechos incluye, claro, al comerciante que no le vende nada a nadie pero ha sido empoderado para reclamar que “limpien las calles de piqueteros y manteros que impiden la libre circulación”. La ley pareja para todos.

Por último, podemos escarbar en lo más abyecto del modelo: en otro contexto, un gobierno que tiene dos discapacitados en su primera línea ejecutiva hubiese generado empatía anunciando proyectos de inclusión, nuevos beneficios para chicos, adultos y ancianos con capacidades diferentes.

Sin embargo, el macrismo presentó alegremente la eliminación de miles de pensiones porque sabe que mucha gente –que no es discapacitada ni tiene familiares en esa condición– justificará la medida. Como está viviendo mal y la plata no le alcanza, “es saludable que se acaben los privilegios de los que simulan una discapacidad y se abusan del Estado”. Lo justo es justo.

El gran triunfo –no definitivo, porque nada lo es en la historia– del “nuevo orden”, fue haber torcido los ejes de solidaridad y rechazo en las relaciones sociales. Antes las afinidades eran horizontales y los conflictos verticales; ahora las reivindicaciones se dirimen entre “pares” o poniendo el foco de la bronca en los estratos sociales inferiores; al mismo tiempo, la creciente brecha con los verdaderos privilegiados se naturalizó. Mientras los de abajo no se acerquen y los pares no asomen la cabeza, los de arriba que sigan haciendo sus negocios. “No nos afectan”.

Así es como, últimamente, incluso las promesas electorales son regresivas. Hay que desandar el tobogán cultural. No sea cosa que, en la próxima campaña, retomen el viejo lema “los únicos privilegiados son los niños” para eliminar la Asignación Universal por Hijo.

29/07/2016

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