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16/04/2017

Reflexiones sobre Ayn Rand

Reflexiones sobre Ayn Rand | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La autora preferida de Macri consideraba al egoísmo y la avaricia como los motores del progreso individual y social, tenía a los pobres por “parásitos sociales” y despreciaba cualquier tipo de solidaridad y altruismo.

Humberto Zambon

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Una de las formas más eficientes de conocer cómo piensa y actúa una persona es viendo cuáles son sus lecturas predilectas; por eso los viejos libreros se ufanaban de conocer el alma de sus clientes, basándose exclusivamente en los libros que compraban y, especialmente, que recomendaban.

Según diversas fuentes la autora predilecta del presidente Mauricio Macri es Ayn Rand, sobre quien manifestó su admiración. Así lo aseguró su esposa en una entrevista periodística diciendo que el primer regalo que recibió de él cuando comenzaba a cortejarla fue una novela de esa autora, que era uno de los libros preferidos del actual presidente.

Dada la responsabilidad del cargo que desempeña, me parece importante saber quién es la autora preferida y cuál es la ideología que profesa en sus libros.

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Ayn Rand nació en San Petesburgo en 1905 como Alisa Zinovievna Rosenbaum. En 1917 su familia la llevó a Crimea pero luego volvió a su ciudad natal para estudiar filosofía. En 1925 consiguió un permiso temporario para viajar a Estados Unidos, pero se quedó allí hasta que en 1931 obtuvo la ciudadanía norteamericana. Subyugada por el cine, se radicó en Hollywood y logró cierto éxito como guionista con el pseudónimo de Ayn Rand, por el cual es conocida. En 1929 se casó con el actor Frank O’Connor. Falleció en Nueva York en 1982.

En 1934 publicó la obra de teatro “La noche del 16 de enero” y en 1943 tuvo su primer éxito cono novelista con la edición de “Manantial”. Publicó también las novelas “La rebelión de Atlas”, “Lo que vivimos” e “Himno” (conocida también como “Vivir”) y ensayos filosóficos como “Introducción a la filosofía objetivista” y la “Virtud del egoísmo”.

Profesaba el realismo filosófico (en lo que denominó “objetivismo”) y en el plano político fue individualista, ultra-liberal, admiradora del capitalismo más crudo, de la lucha egoísta para lograr el éxito y la supervivencia en un mundo social competitivo, en una especie de darwinismo radical; fue enemiga declarada de la intervención del Estado en todos los aspectos de la vida social, especialmente en la actividad económica y en la distribución progresiva del ingreso. Por su radicalidad fue calificada como “anarcocapitalista”, una especie de ácrata conservadora, muy identificada con la derecha política.

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Como escribió Diego Rubinzal en un artículo periodístico reciente (“Cash”, 9-4-17), la autora considera al egoísmo y la avaricia como los motores del progreso individual y social; los pobres serían “parásitos sociales” mientras que desprecia cualquier tipo de solidaridad y altruismo; manifiesta un rechazo absoluto del Estado de Bienestar, que caracterizó al capitalismo occidental desde la terminación de la segunda guerra y hasta los años ’70, con crecimiento económico y progreso social con mejor distribución del ingreso nacional.

En rechazo a toda política social de redistribución del ingreso escribió que “toda interferencia estatal en la economía consiste en conceder un beneficio no ganado, extraído por la fuerza a algunos hombres a expensas de otros”. En defensa del sistema existente sostuvo que “la justificación moral del capitalismo yace en que es el único consonante con la naturaleza del hombre, que protege la supervivencia del hombre como hombre y su principio gobernante es la justicia”.

De todas formas, cuando miró a su alrededor y vio quienes la acompañaban en esta posición, exclamó “¡Dios salve al capitalismo de los defensores del capitalismo!”.

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También dijo que “es el mercado libre el que hace imposible los monopolios”. Esta frase tiene tanto valor propositivo como decir “es la buena salud la que hace imposible la enfermedad”; además, muestra un total desconocimiento de la evolución histórica de los sistemas económicos, ya que la propia dinámica interna del capitalismo es la que lleva inexorablemente a la concentración y la centralización de la empresa, al mercado oligopólico o monopólico dominado por uno o por pocos actores. La intervención del Estado es la única herramienta que puede limitar esa tendencia.

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Sostuvo que “los hombres sólo pueden tratar entre sí de dos formas: armas o lógica, fuerza o persuasión. Aquellos que saben que no pueden ganar utilizando la lógica, siempre han acabado por recurrir a las armas”. Sería importante que el presidente releyera a su autora preferida en este punto, especialmente después del violento desalojo de los docentes en el Congreso Nacional y de muchos trabajadores de las puertas de las fábricas donde claman por trabajo.

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Volviendo al comienzo de la nota, se podría decir, parafraseando un refrán popular, “dime cuál es tu autor preferido y te diré quién eres”.

29/07/2016

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