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La Patagonia ocupa el 28% de la superficie del Territorio Nacional pero su población apenas alcanza el 4,8% del total del país, con una densidad de población que oscila entre 0,1 habitante por kilómetro cuadrado en la provincia de Tierra del Fuego hasta 5,9 habitantes por kilómetro cuadrado en la provincia del Neuquén. La participación de la Patagonia en la economía nacional se enfatiza en materia energética ya que aporta más del 80% de la producción petrolera y gasífera y opera la cuarta parte de la potencia eléctrica instalada.
Pero la Patagonia no se destaca solo por sus recursos no renovables, también provee al mercado nacional e internacional de productos agropecuarios (manzanas, peras, cerezas, frutas finas, miel, vinos, carnes y lanas) y productos del mar. Además, sus bellezas naturales atraen a gran cantidad de turista del país y del mundo, deslumbrados por sus imponentes paisajes, su flora y fauna, los sabores genuinos de sus especialidades y sus artesanías.
La Patagonia ofrece un territorio prístino, con bajos niveles de contaminación, con suelos y aguas privilegiadas que otorgan características especiales a los frutos de la tierra, a los peces de sus ríos u océano, a las carnes silvestres de la región, carentes de residuos de antibióticos, hormonas u otros fármacos. La Patagonia tiene una identidad fuertemente relacionada con la calidad de su medio ambiente, que debemos preservar, y su diversidad poblacional y cultural.
Sin duda, es tiempo de planificar el futuro de este, nuestro territorio y abandonar las prácticas ancestrales que tenían a la Patagonia como simple proveedora de recursos naturales sin siquiera derecho a opinar sobre su destino y el de su gente. La Patagonia careció de derechos políticos hasta mediados del siglo XX, pero a partir de la ley 14.408 de 1955, que convirtió los Territorios Nacionales en las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz y en 1990, en Tierra del Fuego, Antártida e Islas de Atlántico Sur, se dio el mayor crecimiento institucional que permite hoy a la región ejercer su soberanía política.
Celebro que el gobierno nacional lance un plan de desarrollo para esta tierra generosa. Es hora de pensar y hacer de la Patagonia un Territorio Inteligente, buscando un equilibrio entre la competitividad económica y la sustentabilidad ambiental para lograr una adecuada cohesión y desarrollo social.
Para lograrlo no hay más que convocar a sus miembros a involucrarse en el proceso, identificar las singularidades, sus ventajas y oportunidades, la experiencia propia y la de los demás. No hay plan de desarrollo posible para la Patagonia sin el protagonismo imprescindible de los destinatarios de dicho crecimiento; los propios patagónicos.
Si bien en el pasado los bajos costos de producción representaban la principal ventaja competitiva de un territorio, hoy sabemos que la misma ha sido reemplazada por la capacidad local de desarrollar conocimiento, tecnologías limpias, disponer de centros de investigación y recursos humanos con talento. La Patagonia posee hoy al menos cinco Universidades Públicas, Institutos de Investigación del Conicet, INTI, INTA, Invap y organismos provinciales en su territorio y un número de investigadores de jornada completa, aproximadamente dos mil, que no pueden estar ausentes de este proceso.
En el país se realizan 9 mil publicaciones por año de trabajos de investigadores y las patentes ascienden a 5 mil para igual período, cifras que dan un índice de 1,21 patentes de residentes cada 100 mil habitantes. Los investigadores patagónicos también participan en esa producción de conocimiento que sostienen en su gran mayoría, las instituciones públicas educativas del país.
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