Las próximas elecciones legislativas representan un desafío para todo lo que se considera la oposición política verdadera, que tiene un solo objetivo por bandera: derrotar al neoliberalismo que el macrismo ha reinstalado en el país.

Con todo lo decisiva y trascendente que resulta la contienda, el macrismo aparece “primereando”. La oposición aparece irresoluta y perdida en sus propios “rollos” demorando prepararse para salir a la palestra.

Salvo Massa, que es astilla del mismo palo que Macri -y su propia inactividad de los últimos meses prueban que tiene el mandato de no hacerle sombra a Macri, ya que el contubernio entre ellos también consiste en que el presidente se afiance en su política antipopular-, los demás partidos donde el peronismo es el principal, transitan en una intrascendente presencia en el escenario público.

Esta insensibilidad emparentada con la molicie y la ineptitud, que no deja aflorar a quienes podrían liderar el sector, es un error gigantesco. No hay caldo de cultivo para el surgimiento de liderazgos.

Es cierto que la presencia de Cristina pareciera frenar todas las iniciativas y no es descartable pensar que hasta último momento se vivirá esta incertidumbre, lo que resulta imprudente es dejar el camino libre como para que lo ocupe el adversario oficialista.

Las próximas movilizaciones tendrían aval si estas contaran con el apoyo político de un movimiento que se haya organizado a través de una figura. Las movilizaciones sin posibilidad latente de recambio se desvanecerán en la espuria negociación que intentará el gobierno con los grupos movilizados, que también deberán lidiar con el desánimo.

La CGT que hasta ahora y mientras siga Macri en el poder hará poco y nada por sensibilizarlo, es otro bloqueo de la acción política encarnado en dirigentes que han sido absorbidos por la burocracia y la holganza.

Un dirigente sindical o político tiene en su capacidad de movilización su propia base de sustentación: si esa característica está ausente, solo sirve para quedarse con el mal menor en el momento de la negociación, si es que esta tiene lugar.

El macrismo avanza porque no ha sido enfrentado y omitir enfrentarlo   por parte de una dirigencia sin vocación de combate, es agigantar su figura con consecuencias nefastas para nuestra Nación. Lo único que lo frenará, será la posibilidad de perder la elección. Si llega a ganarla la profundización de su ajuste programático en lo económico social está garantizada.

El rol de Cristina al que aludimos someramente más arriba es primordial en esta lucha. No sé si ha planeado no participar o si su espera en pronunciarse es parte de una táctica sorpresiva de poder. Lo cierto que mientras nos devanamos la cabeza tratando de adivinar su decisión la tropa adicta se va dispersando y probablemente, revalorando un nuevo alineamiento, habrá quienes busquen en el peronismo un nuevo líder, habrá quien empiece a mirar con simpatía la oferta oficial y habrá quien encuentre en el nuevo ostracismo de Massa la figura de reemplazo.

En todas las opciones gana Macri. Si, Macri gana con su indolencia con su recalcitrante conservadorismo, con sus flagrantes injusticias tanto en el plano institucional como social.

El dilema es de hierro, si no se desea que gane Macri ya deberíamos percibir que hay organización y unidad para que eso no ocurra. Si se quiere que gane Macri solo hay que fingir que  se milita en la oposición y se pueden seguir relatando los acontecimientos que están minando la estructura moral y material del pueblo argentino.