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Columnistas
30/11/2018

Violencia

Violencia | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La reivindicación de asesinatos, la legitimación de la tortura y la construcción discursiva de una sociedad en guerra son caminos que lejos de resolver los problemas los agravan.

Roberto Samar *

Trump autorizó disparar a la caravana de migrantes en la frontera. "El error de la dictadura fue torturar y no matar", afirmó Jair Bolsonaro. Más cerca, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich sostuvo: “El que quiera estar armado, que ande armado, el que no quiere que no ande armado. La Argentina es un país libre”.

La matriz racista y violenta recorre la región.

La criminología mediática, que describe críticamente Raúl Zaffaroni, parece que ganó espacio en la batalla cultural y política. La reivindicación de asesinatos, la legitimación de la tortura y la construcción discursiva de una sociedad en guerra son caminos que lejos de resolver los problemas los agravan.

Para esta criminología mediática la lógica es conductista porque cuanta más violencia es mejor. La búsqueda es la eliminación del otro, ese chivo expiatorio, ese enemigo sobre el cual se cargaran nuestros problemas. No hay espacio para pensar las causas de los conflictos, no hay lugar para la reparación, ni la conciliación.

Los medios de comunicación que ocupan posiciones dominantes reproducen esta criminología cuando generan las condiciones para legitimar la violencia mediante la estigmatización de determinados grupos históricamente vulnerados: jóvenes en situación de pobreza, migrantes latinoamericanos o pueblos indígenas.

Esta operación político / mediática se realiza descontextualizando los reclamos, amplificando situaciones de violencia aisladas que muchas veces parecieran ser producidas por servicios de inteligencia o responsabilizando a las víctimas de la violencia producida. De esta manera, lejos de comprender las inequidades de nuestra sociedad que viola derechos fundamentales de distintos colectivos, los medios fortalecen un sentido común que legitima la violencia institucional.

Pareciera que el modelo de exclusión neoliberal vigente necesita debilitar lazos colectivos y construir enemigos imaginarios sobre los cual canalizar el odio y justificar el desarrollo de un aparato represivo. Como sostiene la antropóloga Rita Segato “el mundo de dueños que habitamos necesita de personalidades no empáticas, de sujetos incapaces de experimentar la conmutabilidad de las posiciones, es decir, de ponerse en el lugar de lo otro”.

Pero recordemos que la violencia lejos de resolver los conflictos los agrava.

Mientras Bullrich invita a que la población se arme; el abogado, docente y co-diseñador de la Ley Nacional de Desarme, Darío Kosovsky sostiene que “la proliferación del uso de armas redunda en más violencia a la hora de resolver los conflictos, porque las armas aceleran el curso violento de una interacción conflictiva”. Asimismo, la multiplicación de armas debilita “los procesos colectivos y fortalece la idea del otro como enemigo”. “Más armas es más violencia”, concluye Kosovsky.

Asimismo, mientras se reivindica la violencia extrema por parte del Estado. En Estados Unidos en los 18 estados donde no existe la pena de muerte hay menor cantidad de homicidios que en aquellos que la aplican. Recordemos que según Amnistía Internacional la Pena de muerte “Niega derechos humanos. Condenar a muerte a una persona supone negarle el derecho a la vida, proclamado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos”.

Frente a este avance conservador y violento, el desafío de nuestro tiempo es fortalecer las redes de defensa de los derechos fundamentales. Asimismo, construir una mirada crítica que cuestione la pedagogía de la crueldad que exaltan los medios que ocupan posiciones dominantes.

Una sociedad más justa, equitativa y menos violenta requiere miradas inclusivas que pongan en tensión la matriz cultural racista y violenta.



(*) Licenciado en Comunicación social. Especialista en Comunicación y Culturas
29/07/2016

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