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Argentina
27/05/2016

El consenso de la "meritocracia"

El consenso de la "meritocracia" | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Sacha Pujó *

Con la asunción del nuevo gobierno de la alianza Cambiemos el 10 de diciembre de 2015, se produjo un hecho inédito en la historia argentina. Por primera vez las clases dominantes llegaron al gobierno democráticamente y ocupan puestos claves del Poder Ejecutivo Nacional. Una legión de financistas de la banca internacional ocupa puestos centrales de la administración pública nacional (Página 12, 22/05/2016). Lo novedoso resulta ser que si bien hubo gobiernos de facto y  democráticos que respondieron a los intereses de las minorías más concentradas, nunca habían llegado al gobierno a través del voto popular. Esto fue posible, entre otras cosas, gracias al efecto de las técnicas del marketing político que transforman a los candidatos en productos con cualidades y virtudes extraordinarias atractivas para los votantes consumidores. Sin embargo, todas estas apariencias fabricadas han comenzado a desmoronarse, dejando al descubierto la realidad desde que asumió el gobierno Mauricio Macri.

Este hecho le plantea al gobierno un dilema: el de cómo generar gobernabilidad en un contexto de aplicación de medidas de fuerte ajuste y redistribución regresiva del ingreso. Es decir cómo generar consenso para ejecutar medidas que benefician a los sectores concentrados de la economía, principalmente a los bancos, comercializadoras de productos del agro y grupos oligopólicos, como son la quita o baja de retenciones, la devaluación, el alza de las tasas de interés, y el nuevo proceso de endeudamiento y fuga de divisas.

El consenso con un gobierno de estas características no se logra con acuerdos entre la clase política por arriba, sino que debe crear el apoyo explícito o tácito, y/o la indiferencia de la mayoría de la población. Señala Antonio Gramsci que la hegemonía de un grupo social se manifiesta de dos modos: como dominio (coacción), y como dirección intelectual y moral. Este último aspecto hace referencia al logro del consenso con ideas y valores. Para ello existe una superestructura del orden social que está en función de los intereses de las clases dominantes. Esto se evidencia en la articulación entre los medios de comunicación, la justicia y el gobierno, que construyen un discurso y atraviesan toda la simbología del sentido común. En esta tarea  juegan un papel fundamental las redes sociales y la publicidad como correas de transmisión de un discurso individualista que contiene todos los prejuicios del sentido común. No es casualidad que la publicidad de un nuevo modelo de auto “imagínate vivir en una meritocracia, donde el que llegó, llegó por su cuenta, sin que nadie le regale nada” haya salido en este momento histórico.

La publicidad está dirigida a interpelar a un sector de clase media blanca urbana, como bien lo deconstruye el contra spot que circula en las redes sociales.

En la misma línea se expresó, cuando hizo referencia a los modos de aprobación y aplazo educativo, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal: “para mí, la meritocracia es un valor que debe ser aprendido” (10/5/16). Sin embargo, este discurso es un velo neblinoso que oculta la desigualdad de origen en cuanto a capital económico, cultural, social y simbólico. Como demuestra la sociología de la educación, cualquier tipo de enseñanza presupone implícitamente un conjunto de saberes previos y una facilidad de expresión, que  en el caso de estudiantes de sectores medios y altos traen consigo por sus habitus de clase en los modos de comportamiento, gustos, actitudes, y formas de ver y sentir. En dicho marco es que esos estudiantes tengan más probabilidad de éxito. 

Es probable que al conocer esa verdad el ministro de Educación, Esteban Bullrich, se haya manifestado cínicamente cuando afirmara que el ingreso irrestricto a la universidad es demagógico (12/5/16). Frente a estos hechos y declaraciones se contrapone el carácter revolucionario (“la toma de la Bastilla del nuevo milenio” como dice Loïc Wacquant) de la implementación de políticas sociales como la Asignación Universal por Hijo y el plan Progresar que aseguraron durante años un ingreso y acompañamiento del estado a los sectores de menores recursos, en el contexto de una sociedad dualizada donde el mercado capitalista excluye y transforma en desecho social a gran parte de la población. 

Cuando se instala e incorpora en los ciudadanos la idea de que el éxito y el destino son un producto meramente individual, se genera el ambiente social y cultural propicio para implementar el recetario de políticas públicas neoliberales como lo demuestra la propia historia argentina y la experiencia comparada a nivel global. Luego de 12 años de políticas progresivas y de acceso al consumo de la mayoría de la población, hubo que fabricar una crisis con un intenso despliegue mediático como marco legitimante para el ajuste y medidas regresivas. Es por esto que es fundamental la batalla cultural, como postuló la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en un contexto de disputa por la instalación de valores e ideas. 



(*) Magister en Políticas Públicas -FLACSO-
Lic. en Sociología -UBA-

29/07/2016

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