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17/02/2018

Análisis rionegrino

De acusado a acusador

De acusado a acusador | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Se vislumbran posicionamientos, acciones, estrategias políticas y comunicacionales entre los que aparecen con pretensiones electorales para el 2019. Algunas de ellas, dan lugar a varios interrogantes sobre la verdadera motivación o el objetivo que persiguen. Por lo pronto, se aprecia un notable cambio de roles entre el gobernador y el intendente de Roca.

Hernán D´Andrea

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En nuestra última entrega del año pasado bajo el título, “Las estrategias del año que comienza” planteábamos las actitudes o acciones que deberían asumir oficialistas y opositores para ubicarse o reubicarse, según el caso, en el centro del ring y adquirir o revalidar el mejor lugar que lo posicione para el 2019.

Sin dudas, quien terminó el año pasado en la “pole position”, fue el ya lanzado candidato a gobernador Martín Soria y también nadie tiene dudas de que el 2017 fue el peor año de la gestión de Alberto Weretilneck, por lo menos desde el punto de vista electoral.

Ante ese marco de situación, el gobernador es plenamente consciente de que debe buscar todos los medios a su alcance para volver a ubicarse en el centro del ring, al menos para terminar su gestión con dignidad. Pero quienes se subieron al proyecto Juntos Somos Río Negro pretenden, lógicamente, mucho más que eso. 

Lo más grave que le puede pasar a un gobernante es la pérdida anticipada de poder, porque más allá de lo que le pase por la cabeza en lo personal, provoca trastornos irreparables en la propia gestión de gobierno, que luego se trasmite a su partido y finalmente a los ciudadanos en general, que dejan de percibir el futuro deseado.

La prueba más cercana, seguramente sumada a otras cuestiones, fue la del ex gobernador Miguel Saiz, quien sin posibilidades de reelección y habiendo perdido la oportunidad de realizar una reforma constitucional que lo habilitara, comenzó a dejar diluir su propio poder, no encontró un sucesor natural, porque no supo o no quiso, los funcionarios desde ministros para abajo no tenían claro un horizonte y comenzaron a tomar decisiones personales en búsqueda de resolver el tema. Todos se sintieron habilitados a batallar por sí solos, surgieron las divisiones dentro del gobierno y del partido. Terminó como se sabe, con el final de 28 años de permanencia del radicalismo en el manejo de la administración provincial.

Es posible que a Weretilneck le esté pasando algo de esto, con la diferencia de que su conducción es mucho más personalista. Después del magro 2017 quedó un tanto desvirtuada aquella idea de la defensa de los intereses de Rio Negro que dio origen al partido que cobijó a su gestión, que, como se sabe, nació con una estructura de dirigentes con diversa ideología e historia política y que además fue concebido desde el poder y que no tiene otras referencias que las que otorgan los cargos institucionales que ostentan los actores que la integran.

Por supuesto que Weretilneck ha tomado debida nota de la situación y es consciente de todo esto.

Hasta los acontecimientos del año pasado e incluso hasta el desarrollo de las Paso, el gobernador había mantenido indemnes sus principales aptitudes, en cuanto a su capacidad de trabajo, buen comunicador, buen gestionador, y conocedor de los tiempos políticos. Hoy se lo ve perdiendo todo eso y su poder de iniciativa.

A mitad del año pasado, la imagen del gobernador era la mejor en la provincia en momentos que había logrado hacer el lanzamiento del Plan Castello, el aval legislativo para el empréstito, el 80% de los intendentes acompañando el proyecto, e incluso por aquel momento el anuncio de la construcción de la central nuclear, que finalmente se transformaría en un búmeran.

Hasta ese momento, recibía los constantes ataques de Martín Soria, quien le dijo de todo, en la búsqueda de repetir lo que le había dado buen resultado a su padre en 2011 para instalarse como el futuro gobernador. Tal fue la debacle del gobierno que hasta el propio Soria dejó de hablar, dejando que la caída fuera por “méritos” propios de su contrincante.

Tan es así, que ahora el que está atacando en busca de reposicionarse en el centro de la escena es el mismísimo gobernador que ya ha acusado al intendente de Roca de administrar una gestión deficiente, de que no se ocupa de sus vecinos, de los accidentes en la ruta 22, de estar vinculado con el narcotráfico, y hasta responsabilizarlo de la muerte de una persona que se ahogó en el canal de riego.

A todo esto, el otrora vehemente y verborrágico jefe comunal roquense, ni se inmuta, sigue firme en su postura de dejarlo caer por méritos propios y manda a uno de sus fieles concejales a que conteste las acusaciones y agravios del gobernador. De tal forma, los que confrontan mediáticamente con el primer mandatario provincial son concejales o dirigentes barriales, que adquieren entidad política a expensas de él.

Acá es donde se vuelve a plantear las dificultades de la actitud tan personalista que le ha imprimido a su gestión el mandatario.

Si hay una decisión de enfrentar desde lo mediático a un contrincante, ¿es necesario que sea el propio gobernador el que tome la iniciativa y lo haga?, si la respuesta fuese afirmativa, ¿no existe nadie más en el gobierno o en el partido gobernante que pueda, aunque más no sea, mantener las denuncias a través de un comunicado que refuerce sus dichos? O lo que es peor; y todos creen que el líder está equivocado.

En este sentido, a Weretilneck se lo ve muy solo, casi igual o peor que cuando nadie se puso al hombro la defensa de la instalación de la central nuclear y todo terminó como terminó.

Y acá se abren otros varios interrogantes. ¿Hay agotamiento en el gobierno?, ¿falta alguien que unifique discurso y acciones?, ¿alguien que alinee a los actores tras un objetivo? Los que no aparecen; ¿es por qué no quieren o porque no los deja el gobernador?, ¿o es que el mandatario se ha cerrado en un círculo muy cerrado y no quiere escuchar alternativas?

Lo cierto es que al hombre se lo ve demasiado solo e incluso muchas veces exponiéndose innecesariamente o con respuestas apresuradas o de barricada, entendibles en un candidato, pero inconvenientes en un gobernante.

Si lo que se pretende es intentar polarizar la opinión de la sociedad entre lo que está o Soria, lo primero que se debería hacer rápidamente es buscar e instalar un candidato a gobernador que pueda moverse en calidad de tal, en toda la provincia.

Si, por el contrario, Weretilneck lo está haciendo para resolver problemas internos y para medir lealtades de los suyos, la jugada es demasiado arriesgada, salvo que el objetivo sea terminar finalmente acordando con Macri, lo que requeriría de una limpieza y clarificación del panorama.

Por lo pronto, esta debe ser la lectura que está haciendo Martín Soria, y se sienta a cruzar elogios y avanzar en alianzas con una, ahora confesa anti macrista, como Magdalena Odarda.

El gesto del presidente del PJ no es solo de amplitud del Frente, sino de marcar el sesgo ideológico de la construcción que pretende hacia la Casa de Gobierno: opositor al macrismo, a sus representantes en Río Negro y a todos los dirigentes que puedan estar “ligados” o “cercanos” de alguna manera a la Casa Rosada.

Mientras tanto, el legislador Alejandro Palmieri, a quienes muchos mencionan como el “sucesor” y que se tomó al pie de la letra el período de receso legislativo, reapareció el jueves y ratificó que no habrá alianza con Cambiemos en 2019.

Criticó a quienes adelantan los tiempos electorales. Negó internas en el oficialismo. Y dijo que si la gestión es buena, “la gente va a confiar en nuestro candidato”.

Sobre una alianza con el macrismo dijo que “nosotros comenzamos a gobernar cuando Cambiemos no existía, que ellos gobiernen el país, nosotros la provincia”.

29/07/2016

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